CALEUCHE:m.pl. Caleuchanos. //2 m.s. El Marino, barcoiche, Buque de Arte, Buque de Fuego. Buque de características extraordinarias que puede hacerse invisible; transformarse en objetos animados o inertes; desplazarse a grandes velocidades. Su aspecto es el de un buque escuela, completamente iluminado y con música que encanta. Sus tripulantes rescatados de naufragios o raptados de la ribera chilota alivianan su inmortalidad con fiestas y otras entretenciones humanas que le dispensan sus colaboradores de tierra. Su aparición ocurre preferentemente de noche o cuando hay neblina. // 3. fr.v. HACER CALEUCHE:fr.v. Navegar en la noche con las luces prendidas.
Véase: cahueles huaiques..
Etim.:m. CALEU[TüN] `mudarse, transformarse' + CHE `gente'.
Obs.: Se ha pretendido buscar el origen de esta leyenda en la desaparición del barco "El Calanche" del holandés Vicente Van Eucht, en los mares australes.
Leyendas de EL CALEUCHE
El Marino, el Buque de Arte, el Buque de Fuego, el Barcoiche... son todos nombres tabueicos dados a El Caleuche, ese maravilloso barco que lleva música y luz a los sombríos canales chilotes.
Ciertas condiciones, como los días de neblina, hacen posible verlo o sentirlo. Ruidos de cadenas, de fiesta y su magistral figura de buqueescuela, lo hacen inconfundible.
Para algunos es una visión incorpórea y puede atravesar a otra embarcación. Empero, otros señalan que han estado hasta en fiestas en su interior, aunque ellos prefieren hacerlas en tierra, donde haya mujeres. Para eso se conciertan con comerciantes que tengan hartas hijas y El Caleuche los aprovisiona de mercaderías como retribución. Así los lugareños explican el rápido surgimiento de algunos comerciantes a los que no se les ve comprar nada. Estos protegidos de El Marino generalmente tienen gallinas negras y botes alquitranados, con sogas de QUILINEJA.
El barcoiche puede desaparecer cuando lo desea y adoptar la forma de una piedra o de un palo y los marinos pueden ser lobos o cahueles (delfines). Otra cualidad es la extraordinaria velocidad que alcanza.
Para observarlo y no ser visto hay que ponerse una champa en la boca, porque lo primero que ellos sienten es el aliento. También hay algunos árboles tras de los cuales uno se puede ocultar, entre ellos el maqui.y el tique La gente tiene el temor de ser llevada por el Buque de Arte, así que nunca está de más tomar precauciones.
Muchos piensan que los marinos de este barco llevan una pierna pegada al espinazo, igual que el IVUNCHE. Sin embargo, otros los describen como personas muy bien presentadas, con ropas especiales y al saludarlos uno aprieta una mano muy fría. En general, son correctos en su trato y, con ayuda de sus colaboradores del mar, recogen a los náufragos. Algunos piensan que su puerto es la Ciudad de los Césares, lugar maravilloso enclavado en algún punto de la Cordillera de Los Andes y donde sus residentes viven eternamente, al igual que los caleuches.
Al navegar hay que hacerlo con respeto recomiendan los marinos chilotes, no se debe ni cantar, ni silbar, ni armar desorden. Esto enoja a El Caleuche y quizás qué resultado puede acarrear.
LANCHA DE OCASIÓN
Hace treinta años era difícil viajar a Chiloé, desde el Continente. Los medios usados eran el barco que salía desde Puerto Montt y se iba recalando hasta Punta Arenas, o bien encontrar ocasión en una lancha de cabotaje que nos pasara a botar en algún punto del Archipiélago, no siempre tan próximo a nuestra casa.
Y los chilotes necesitaban viajar, porque los pesitos siempre han estado escasos en nuestra tierra. Desde comienzos del siglo partían cuadrillas a trabajar por temporadas hacia el norte, llegando hasta las Salitreras, y por el sur el destino era las Patagonias.
La historia que nos contaba don Armando Huenchur, para hacerla más corta, vamos a empezarla en Angelmó puerto chilote, a la entrada de Puerto Montt.
El venía de regreso de Osorno; allá trabajaba con los alemanes. Llegó algo retrasado, ya todas las lanchas habían zarpado al Archipiélago. Matando la tarde y buscando un sitio fuera de la ciudad para pasar la noche, se encontrraba rumbeando hacia Chinquío. Iba ensimismado y con desaliento por el percance que había tenido. Por eso tal vez no advirtió el chapoteo en la playa barrosa de otro sujeto que trataba de alcanzar sus paso.
_“Buenas, amigo...”, lo saludó desde la izquierda, un hombre algo menor que él y bien presentado.
_“Buenas...” .Levantó con sorpresa la cabeza en dirección al mar.
_“Parece que lo asusté”, se disculpó bromisto.
_“Sí, iba preocupado. Me quedé sin lancha para volver a mi tierra”.
_“Pero todavía no es tiempo para apensionarse, amigo; todavía están saliendo lanchas con la brisa de la tarde, le levantó el ánimo. ...Y capaz que llevemos el mismo rumbo”, preguntó.
_“Yo voy a Chiloé...hasta Tenaún”, respondió.
_“ ¡No digo yo! . Me parecía chilote, por eso lo alcancé”. Se detiene y le anima con un palmoteo en el hombro derecho. “Si llevamos la misma ruta”. El rostro de Huenchur se ilumina como si en ese momento ya estuviera con su mujer y sus tres chicos medianos, en Tenaún.
_“¿Y cómo van ustedes a viajar?”.
_“Yo tengo mi lanchita más abajo. En este preciso momento iba a buscarla porque tenemos que cargar unas cositas por acá”.
_“¿Y ustedes me podían llevar a mí? Yo voy hasta la Punta de Tenaún”, recordó Armando Huenchur.
_“Para esto estamos, amigo, para ayudar a la gente que nos precisa. Lo pasamos a botar a su tierra”.
_“Esto me devuelve el alma al cuerpo, don. No me lo esperaba “.
_“Para que no nos agarre la noche en tierra yo voy por mi lanchita. Ahí hay un palo, como medio cuerpo en el agua. Espéreme en él. Así lo vemos más fácilmente desde el mar”.
_“Hasta pronto y gracias”, se despidió Huenchur al tiempo que cargaba su saquito en la dirección indicada por el lanchero.
_“Descuide amigo le dijo a lo lejos antes que cante un gallo estará en su tierra”, y en tres zancadas se perdió tras unos matorrales de quila.
Armando Huenchur colocó sus pilchas, de asiento, y montó sobre el madero que aparentaba estar enterrado en las arenas fangosas de la playa. “Con lo cansado que estaba y el hambre que tenía cuenta nuestro personaje me fui quedando dormido profundamente...”.
_“Me desperté con un vientecito helado y húmedo que corre al amanecer. Estaba sentado sobre mis pilchas y era de noche. Recordé al imprevisto lanchero y lo maldije por haberme dejado plantado”.
_“Pero mi privación duró poco cuando comencé a ver en esa oscuridad y a percatarme que no estaba en el mismo sitio. El palo había desaparecido y también la playa. Los cerros que estaban a mis espaldas y las islas de enfrente me eran familiares, al menos sus siluetas...”.
EL PIUCHE
_“Estábamos poniéndole arpillera a esta pieza, para empapelarla, cuando se perdió la lancha”.
Es una casa de altas paredes, tan antigua como el siglo, a orilla de playa. En sus muros raídos, todavía hay jirones de “LA UNIÓN” de Valparaíso anunciando el fin de la Primera Guerra Mundial.
_“Pero, para qué vamos a decir una cosa por otra, siendo que la lancha no se perdió. Este caso tiene que ver con la tripulación. Los Guaos de San Juan siempre los conocí construyendo embarcaciones. Hasta la fecha. Entonces habían hecho una lanchita nueva, y si no era la primera navegación para Ancud, era la segunda.
A esa ciudad íbamos a vender las cositas de la agricultura y a comprar muestras faltas. Unas diez personas habilitaron viaje, y yo misma los vi cargando la lancha del Piuche, un hermano crianza de los lancheros.
Parece que el clima ha cambiado porque antes ya era verano en diciembre.
Fue al otro día del zarpe de la lancha y disfrutábamos en este mismo corredor, de la tremenda calma que había. Es cuando se escucha el grito de las pachancas y hasta las conversaciones de la gente de la isla de enfrente. Entonces divisamos por la isla Meulín una lancha que venía con sus velas alzadas, a pesar de la calma.
_“La ocurrencia comentó mi marido a no ser que las vengan oreando”. A mediodía, con la vaciante, la lancha estaba casi frente a nosotros y antes que nos diéramos cuenta un botecito de los Paredes partía de la costa a interceptar a la embarcación.
_“¿No es la lancha de los Guaos?” le dije a mi marido”
_“Trazas tiene de ser me respondió. Habrán tenido algún percance”. Sacaron la lancha a la costa. Al rato habían carreras para arriba y para abajo. Gritos. Comenzó a bajar gente a la playa. Entre nuestro quehaceres nos íbamos enterando de lo que pasaba. Yo le dije a mi marido :
_“No vaya a ser que precisen ayuda. Anda a ver”.
Al rato volvió, agitado y con la cara ardiendo, como se delataba cuando algo andaba mal.
_“No hay nadie. Se extravió toda la tribulación”, me dijo como soltando una carga.
Los buscaron por toda la costa de su ruta. Muchos recordaban haber visto pasar la lancha rápida como el viento. Al llegar al Canal de Chacao contó gente de otra lancha “entramos juntos, haciendo carrera, a cuenta íbamos, con el surcito que salió, pero a poco de andar se calmó la brisa y cayó una tupición de neblina que apenas nos divisábamos entre nosotros recordaban . Cuando despejó, nuestros acompañantes ya no estaban. Pasaron a hacer quercún, a recalar por ahí, pensamos”.
Las familias inspeccionaron la lancha, varada en la playa de Calen. Las cosas que habían cargado el día anterior estaban todas intactas. Incluso los encargues.
Cuando pasó un tiempo y nadie dio razón de esta tripulación los familiares comenzaron con rezos y novenarios, dándolos por muertos. La comarca vistió de luto por muchos años y el tema salía a colación sólo cuando era necesario.
Pasó el tiempo y un extraño volvía a su tierra. Era de pocas palabras y vestía ropas que sonaban al caminar. Sus manos eran frías e inexpresivas. Recorrió San Juan y un buen día llegó a la casa de nuestra relatora...
_Una tarde de verano, como a las ocho sería, llegó un desconocido a la puerta. Llevaba un sombrero de fieltro negro, caído hacia un costado. Quería saber si nuestro bote iba a la isla de enfrente ese día. Mis parientes vivían ahí, “hasta mañana iremos” le dije y le recomendé la casa de una vecina para alojar.
Ella, al igual que yo, encontró familiar esa cara. Pero mi vecina fue más atrevida porque esa mañana,al desayuno, lo enrostró y le dijo: _”¿Qué no eres el Piuche, vos?”
El hombre dice mi vecina se sintió muy molesto y ahí mismo nomás dejó su taza de café. Pero ella le había levantado el ala de su sombrero y apareció patente la cicatriz que tenía el Piuche, la crianza deLos Guaos.
Los que viajaron a la isla no cruzaron palabra con él. Quedó amurrado en la proa, dándoles la espalda. En la isla nadie dio razón de él. Ahí lo pasaría a levantar el Barcoiche, su Barco de Arte, comentaba la gente.
LA YUNTA DE BUEYES
El Caleuche tiene muchas maneras de presentarse. No siempre es un barco, a veces aparenta ser un trozo de madera, un bote cualquiera, un animal marino, cualquier cosa.
Una vuelta sucedió que don Braulio un vecino de Palqui estaba juntando lamilla bien temprano. Eran los primeros sures de la primavera y ya tenía muchas rumas de esta alga que debía carretear hasta sus vegas para entangarlas, es decir, desparramarla como fertilizante sobre la pampa.
En eso vio que un tremendo palo estaba quedando en seco. Como lo que bota la mar no tiene dueño, se fue a buscar a sus animales, total más tarde tenía necesariamente que enyugarlos para tirar la lamilla.
En esta costa está ya muy escasa la leña, a cuenta crecen puros matorrales de arrayán, así que esta rastra de leña le caía del cielo, al menos así lo pensaba don Braulio mientras amarraba la cadena al palo. No terminaba de unir el otro extremo al barzón, cuando el madero comienza a moverse hacia el mar, arrastrando a los animales y hudiéndose con ellos en la profundidad de los canales. Atolondrado como estaba no tuvo juicio para nada y tal vez habría sido en vano porque todo sucedió con una increíble rapidez. El pobre hombre quedó mirando las burbujas del mar, sin saber qué hacer, ni adónde reclamar.
Se fue para su casa y se puso a cebar el mate. Ni siquiera se atrevía a decirle nada a su mujer. Los perros ladraron y un desconocido atravesó el tranquero. Los dos salieron a recibirlo. Iba bien vestido, con una pulsera brillante que parecía iluminar, con un diente de oro, terno y un corbatín bien truche.
_“Buenos días dijo, saludando a ambos. ¿Es usted el mayor de la casa?”preguntó.
_“A sus órdenes”, respondió don Braulio.
_“Quería saber agregó el desconocido el precio de su yunta”.
_“Llega tarde amigo... vaciló, mirando a su mujer se me acaban de perder estoitito nomás en la playa”.
_"¿ Qué cosas dices hombre? agregó la mujer”.
_“Mejor pasamos por casa”, invitó don Braulio, mirando a su mujer de soslayo, sin poder explicarle de momento.
_“Me van a disculpar, pero ando en una misión rápida, dijo el recién llegado. ¿Y en cuánto tenía valorada su yunta, amigo?
_“Unos cien mil costarían calculó porque estaban bien talajeados y vieran qué tiradores que eran... pero ya no los tengo”.
_“Aquí hay ciento veinte le dijo el extraño, al tiempo que le alargaba un fajo de billetes nuevecitos. Nosotros le llevamos su yunta; a veces por necesidad uno provoca inconvenientes, trató de disculparse. Espero que con esto quede saldada la deuda. Trate de no comentarlo con la gente; después se arma mucha habladuría”.
Y se despidió estrechándole formalmente la mano a su esposa, que buscaba una explicación, y a él que quedaba boquiabierto como unas horas antes, cuando sus bueyes se sumergían en el mar.
Por todo comentario le dijo entonces a su mujer:
_“Voy a ir donde los Ulloa a pedirle su yunta si no esa lamilla se la va a llevar el mar. Después te contaré un caso”.
Con la colaboración de Renato Cárdenas Alvarez. Reproducido con autorización del autor de "EL LIBRO DE LA MITOLOGíA historias, leyendas y creencias mágicas obtenidas de la tradición oral". Ed. Atelí. Chiloé, 1997.
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