Segundo hijo de Keraná y Taú, este ser tenía la forma de una enorme serpiente con un gran cabeza de loro y un pico descomunal. Tenía una lengua bífida roja como la sangre. Su piel es escamosa y veteada. Su cabeza está emplumada. Tiene una mirada maléfica con la que asusta a todo aquel que tiene la mala suerte de encontrarse con él.
Ronda por los esteros y protege a los anfibios. Adora la humedad y las flores. Lanza terribles y potentes graznidos que se escuchan desde lejos y provocan terror en las personas que lo oyen.
Se lo considera el protector de los animales acuáticos y los humedales, del rocío, y de las flores.
COLMAN, Narciso R. (Rosicrán): Ñande Ypy Kuéra ("Nuestros antepasados"), 1929.
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